[3] AQUELLA QUE SURGE DE LAS PAREDES (PARTE 2)

Autor: Lluzyferr NaleanyLluzyferr Naleany
Novela: Registro Dalton
Canon: N/A

Puntuación: +1+x

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En aquella habitación atestada de objetos de índole mágica y arcana, Charlie dormía un poco para tomar energías y así enfrentar a la mujer fantasma de aquella casa. Era una misión más difícil que la última que hicieron. Analizando en su media dormida mente intentaba descifrar no solamente que clase de fantasma o cosa era aquella mujer, si no, saber qué era esa extraña pirámide que resplandecía en multicolor.

Sus cansados ojos vislumbraron otro escenario. Su habitación carecia de color, sus cosas flotaban y la puerta, abierta de par en par, daba a un vacío eterno. Se levantó confundido e intimidado por aquel hueco rectangular. Buscó su libro, pero no parecía existir, pues no había rastro de él ni nada relacionado.
Miró hacia la ventana y solo vio luz, una luz enceguecedora que no dejaba ver absolutamente nada. Sin saber que hacer, fue hacia la puerta y volvió a escuchar esa tétrica e inhumana melodía llena de extraños instrumentos fuera de este mundo.
Temeroso, dio un paso hacia la oscuridad y por suerte no cayó, pero, de entre la oscuridad, una luz resplandecía con fuerza por cada segundo que el chico la miraba.

Se formaba algo desde la luz y un resplandor multicolor se apreciaba cubriendo todo el espacio. Repentinamente, una línea vertical se abrió tapando la luz, la línea se engrosó y un extraño ojo se abrió de entre la negrura.
一Vraanxia… 一Vociferó una voz andrógina desde el eco oscuro. 一Tus ancestros eran muy buenos en su profesión… Espero que tú les hagas justicia, Charles.
一¿Quién, bueno, qué eres? 一Cuestionó el joven con temor y desconfianza.
一No te daré mi nombre, porque no te pertenezco y tampoco me tienes en tus manos. Pero, me gustaría pedirte prestado tus conocimientos, artes y más. Pero no te preocupes, no lo haré ahora…

el entorno se transformaba, colores dorados y una arquitectura gótica, semejante a aquella presentada en una catedral antigua y solemne, se formaba alrededor de Charlie.
El rectangulo negro con aquel ojo se fue deformando, ondulando, dividia partes y las unia continuamente en un cuerpo delgado que gradualmente se construye a través del polvo y la piedra que sobraba en aquella catedral onirica. los ojos se multiplicaron, formaron alas de grandeza mística mientras sus brazos, numerosos de ellos, danzaban al son de una música orquestada por seres que, imposibles de describir en la lengua humana, tocaban instrumentos de todo tipo formando una extraña, incómoda y ominosa composición que hacía eco en cada pared y esquina del amplio lugar antiguo.
El joven, confundido y anonadado por las melodías de otro mundo que inundaban sus tímpanos, miró a su alrededor, intentando esclarecer su vista para describir aquellos seres que por allí flotaban y danzaban.
一¿Qué es todo esto?¿Quién eres? 一Volvió a cuestionar Charlie sin entender la forma que esta cosa tomó.
Aquello que flotaba en el centro de la iglesia, solo lo miró, se acercó y le dio un pequeño toque en la nariz.
Tal toque, lo despertó al instante, dejando en sus oídos la pequeña risa de esa cosa como rastro de su onírica presencia en él.

confundido y mareado, solo escuchó la llamada de su padre, quien le avisaba que debía comer.
Bajando con dificultad las escaleras, vio a la familia en la mesa cenando.
Ya un poco más aliviado, vio su plato y agarró con inseguridad los cubiertos.
一No es muy recurrente que duermas tanto, hijo. Pero espero que eso te haya servido, hoy debemos hacer práctica de los rituales de hierro—Enunció Edmund llevándose una cucharada de la sopa que hizo su esposa.
Charlie miró nuevamente su plato con pesadez y pensó repentinamente en Sarah y aquella amenaza con la que se enfrentaron.
Varios de sus familiares, aunque no lo decían, estaban intrigados sobre el estado del joven. Así se mantuvo hasta que la abuela Yayha habló desde la punta de la mesa.
—¿Puedo saber por qué entraste a esa casa? —Preguntó con una voz seca pero amable aquella anciana arropada en harapos y túnica.
Charlie se quedó pensando… Mentirle era buena idea, pero siendo su abuela, una destacada vidente, no serviría de mucho. Lo pensó dos veces, hasta que ella volvió a hablar.
—Debes ser cuidadoso con lo que contactas.
—Yo no contacté a esa cosa. No era un espíritu. — Afirmó Charlie intentando aclarar la situación sin poner en peligro el plan de Sarah.
—Ya no importa. Solo, ten más cuidado. Ahora, termina tu sopa, agradécele a tu madre y prepárate para el ritual.
Charlie miró la ventana del atardecer con el sol ya ocultándose. Suspiró y miró su teléfono por unos segundos rápidos.

Lejos. Aquel otro en el que Sarah confiaba tenía una atadura gruesa y fuerte llamada "ensayo de la exposición musical" perpetrada por su compañera Jessica en la habitación de su casa.
—Vamos Sam, ese instrumental no se va a tocar solo.
— No es tan fácil, Jess. Hace un tiempo no me dedico a la guitarra. Debo volver a acostumbrarme…
—Esa fantasma te está consumiendo mucho tiempo ¿qué tanto haces con ella y el travesti? —Pregunta mientras calibra el micrófono.
—¿Y eso qué tiene que ver? — Cuestionó Sam ligeramente molesto.
Jessica dio una pequeña risa y se sentó en el asiento de su computadora.
—No se, quizás con eso de no prestar atención a tus tareas ni proyectos como el de hoy ¿no?
—A ver. No es culpa de Sarah, y no le llames travesti a Charlie. Solo que estoy un poco desconcentrado, solo eso… ¿cuándo terminará esto? —Preguntó el chico inseguro, recordó su trabajo con la albina.
—Va a terminar cuando te salga bien la canción.
—¡Pero le dije a mi mamá que volvería temprano! — Se quejó Sammy.
—Ya le mandé un mensaje diciéndole que querías quedarte hasta tarde a estudiar.
—¡Pero-
—Ya, no llores. No va a ser muy difícil si lo haces bien.
El joven no tuvo más remedio que quedarse encerrado en la habitación de su compañera, en donde los barrotes eran su guitarra y una adolecente molesta.

La noche cayó con lentitud abrumadora, las paredes eran inseguras en cada casa del trío. Aquella forma fantasmal acechaba oculta dentro de las finas paredes de la casa Vraanxia. Elementos de detección de malas vibras hacían su trabajo canalizando todo, pero Yayha aún sentía su presencia. Se colocó la capucha y bajó por unas escaleras.
Charlie ya estaba vestido con su traje, una larga túnica negra con extensa capucha que tapaba toda cabeza y rasgos faciales. Sus brazos de mangas largas y anchas estaban adornados por gemas, joyas y sortijas de la familia que poseían un fuerte significado y simbolismo en el linaje Vraanxia.
Esperando en ronda, Yayha abrió el libro en la mesa que se encontraba en el centro del círculo. Y recitó sus palabras, dando comienzo al ritual.
Pero en toda la ceremonia, Charlie se sentía inseguro, temeroso y con un fuerte sentimiento de abandono, traición e insignificancia. Parecía ser el único en sentirlo. Afortunadamente no era así.

Y mientras cantos de ultratumba se hacían escuchar en el profundo sótano, los colores pintorescos de aquella pirámide resplandecían en la habitación de la albina.
Aquella chica, curiosa y extrañada, observó a distancia la rareza del evento. Y con una larga pinza, tomó la pirámide colocándola en el sótano, donde mantenía su espacio de estudio.
Los colores se reflejaron en sus blanquecinos ojos, la pinza pasó a ser molesta, pues sus dedos pedían tocar nuevamente la textura fría y delicada de aquella forma de cristal.
La música inentendible que surgía de ella la orillaba más a la fascinación de mantener contacto.
Lentamente, la tomó y, en una fugaz vista profunda, pudo ver algo que la hizo temblar y por inercia y terror soltó la pirámide.
Aquella escultura esparció sus trozos por todo el suelo, liberando una bruma de colores que sus ojos aún no podían comprender.
De repente, todos los trozos se lanzaron hacia el techo, donde allí se quedaron estancados. Una brecha en forma de triángulo se abrió con dificultad mostrando un fondo de colores cambiantes, como si fuera tinta en agua. parecían haber rayos, pues rafagas de blanco se disparaban allí dentro.
Sarah se acercó lentamente e intentó ver más, podía ver un fragmento de algo enorme moviéndose lentamente, una forma serpentina y gruesa. Se ondulaba con vertiginosa lentitud, pues, parece ser que estaba muy lejos, y aun así se veía muy cerca.

Una fuerza invisible la lanzó lejos, tirándola hacia la pared más cercana y dejándola tirada.
Del hoyo sin lógica comenzó a reptar una forma sin forma, un algo que luchaba para configurarse y cobrar sentido. Cada ojo deforme de cada brazo inentendible se transformaba en lo que su vista incomprensible entendía de su entorno.
Finalmente y entre la penumbra que esa cosa generó por sí misma, Sarah abrió los ojos y vislumbró una forma larga, bípeda y con 5 extensas colas. Sus 6 brazos hacían símbolos diferentes y las voces que emanaba de sus tantas bocas hablaban en letras de tiempos olvidados. Hasta que una habló inglés.
—Es un gusto volver… —Afirmó aquella forma sin color al abrir sus ojos. Dejó de flotar y sus pies con forma de picos tocaron el suelo denso. Lentamente, el color la iba completando.

Sarah estaba callada, su expresión, aunque escasa, era curiosa y confundida. Sentía muchas cosas nuevas al estar ante semejante cosa. No se comparaba a nada que haya vivido antes. Luchó para finalmente hablar, pero esa cosa se adelantó.
—Muchas gracias, pequeña. Como regalo y recompensa por liberarme de esa aburrida y pequeña pirámide, te tengo la gran noticia de que posees diez deseos sin restricciones ¿entiendes? —Explicó la cosa terminando de formar unas puntiagudas orejas de zorro. y una amplia sonrisa.
—Dime quien eres, primero. —Exigió la albina alejandose lentamente de esa cosa.
—No te preocupes. Soy Shikavu, antiguo espíritu de la fortuna y poder. Serví a los reinos antiguos de la poderosa China y Japón, he ayudado a grandes y pequeñas personas a cumplir sus sueños e hice la vida maravillosa a cada uno que lograba despertarme. —Explicó la cosa, extendiendo uno de sus brazos. Sarah la estudió con la mirada. Lo que formaba su cara eran tres ojos, una nariz negra y una extensa sonrisa con dientes afilados. Indudablemente no era algo confiable, detrás, 5 colas, dos de mono, otras dos de zorro y la última de pavo real. Volvió al rostro de Shikavu y lentamente tomó su mano.
Sintió muchas cosas al hacer contacto con ella, sintió que algo faltaba tras segundos de tocarla. Pero rápidamente, sintió cosas nuevas que reemplazaron ese vacío. Se sintió nueva. Finalmente volvió a hablar.

—¿Diez deseos? —Preguntó Sarah, aún procesando toda la situación.
—Exactamente, jovencita. Y no hay reglas —Añadió esta previo a una pequeña y corta risa.
Sarah dudó, pero seguramente no había vuelta atrás, ya tomó su mano. Seguramente ya firmó.
—¿Eres un demonio?
—Para nada, ellos son inferiores a mí. Pero no te preocupes, no tomo almas… No de aquellos con los que cumplo deseos. Entonces, empecemos.
Sarah suspiró y pensó. Tenía ante ella una fuerza sobrenatural inigualable, posiblemente algo muy poderoso. Algo que, convenientemente, podría hacerle frente a aquella mujer fantasma o lo que sea que fuese. Pensó, pensó y ya se le ocurrió que pedir.
—Bien, como primer deseo, quiero que estés a mis servicios todo el tiempo, Ahora soy tu dueña y no puedes negarte.
La mirada de Sarah era penetrante, emanaba maldad y astucia. Shikavu sonrió y bajó sus ojeras al agacharse. una antena en la cima y en medio de su cabeza entre las orejas, donde colgaba un cristal multicolor, brilló..
—Que así sea. Pero deberás darme tu nombre para poder identificarte, pequeña…
—Sarah. Sarah Christine Pharagon.
—Perfecto ¿Algún otro deseo más por hoy? —Preguntó aquella forma, jugando con los dedos de sus seis brazos.
—Ahora que eres de mi propiedad, yo te especificaré qué cosas son simplemente pedidos y órdenes, y cuales son deseos legítimos para que los vayas descartando. No quiero desperdiciar esos nueve ocho deseos. Así que tómalo en cuenta. Pero ahora solo te desearé que me des protección y ayuda.
—Eres interesante, Sarah. Tendré en cuenta tus solicitudes y reglas. Y cumplido el octavo noveno deseo, ahora estás bajo protección divina… Disfrutalo.
Sarah sonrió y miró la hora.
—Muy bien, Shikavu, ve preparándote, en unos minutos iremos a un trabajo que tengo que hacer. Y necesitaré tu ayuda.

Cuando el ritual terminó, todo volvió a la rutina, Edmund posó su mano en el delgado hombro de Charlie y lo miró con una leve sonrisa entre la barba.
—Mira, sé que es difícil, pero así lo quieren nuestros ancestros. Recuerda lo que dijo nuestro gran miembro hace siglos: Cuando las estrellas caigan, nosotros nos levantaremos con ella. Cuando ella caiga, nosotros tomaremos su lugar. No nos estamos preparando para la guerra, pero sí para tiempos oscuros si eso sigue cerca nuestro. Ahora ve a hacer lo que quieras, hoy estuviste muy bien con el ritual.
Charlie suspiró y fue al baño. Miró el celular y vio como tenía veintisiete llamadas perdidas de Sarah. Esto estaba muy mal. Miró la hora y seguramente ya estaba enfrentándose a esa cosa. Pero podía intentarlo.
Replanteó las cosas, no podría. No era como ella, pero podía apoyarla con algo de ayuda. Literalmente fue quien la salvó anteriormente. Solo quedaba ver cómo salir de casa por un rato.

Sammy estaba en la calle con su guitarra, finalmente se liberó. Pero ahora quedaba lo más difícil, enfrentar a ese monstruo y ayudar a Sarah.
Revisó su teléfono y tenía cincuenta llamadas y casi cien mensajes de Sarah. Debía apurarse a llegar.
—Sarah me va a matar, ay dios… —Se quejó el chico comenzando a trotar.
No tenía nada con que defenderse, no sabía cómo defenderse de algo así. Antes estaba solo gritando y recibiendo golpes de esa cosa. Ojalá esté Charlie también, así haría el momento menos aterrador.
Llegó a casa, su familia estaba durmiendo y decidió ir lo más rápido posible. Pero entre la penumbra, llegó a ver tenuemente una figura alargada y desaliñada. Un rostro borroso se mostraba levemente.
Se heló la sangre de Sammy, lentamente y sin quitarle la vista a esa figura, agarró un martillo. Con lentitud y pasos cuidadosos, salió de su habitación y cerró la puerta. Allí estaba el horror de hoy. En su casa.
Encendió la luz del comedor y se puso a la defensiva con su martillo. Mirando con extrema paranoia cada rincón de la sala, solo deseaba que esa criatura se vaya y nunca más volviera. Pero no era así de fácil.
Escuchaba su risa acercarse, alejarse, chirriantes sonidos por cada pared, ojos que miraban tras la ventana y, por fatalidad, su alargada figura estaba frente a la cocina y tras la mesa. Sonriente, alargó su boca y escaló por el techo.
Sammy dio un grito y corrió fuera de casa despavorido. La mujer monstruosa lo seguía.

Sarah finalmente llegó a aquella casucha de muerte. Llevaba una mochila con varias trampas y herramientas, así como armas junto a su nueva mascota: Shikavu, la cual tomó una forma más práctica: Una muñeca de Hatsune Miku.
—Aquí estamos, Shikavu. Veo que mis llamadas y mensajes a los otros dos idiotas no sirvieron. Malditos idiotas. Como sea, mañana le voy a dar un… no sé. Entremos y acabemos con esa cosa.

Otra vez en el abandono, otra vez en la oscuridad y la inseguridad de ese inferno negro y urbano. Alumbrando con su linterna, Sarah paseaba por la sala principal de la casa deshecha.
Se agachó y sacó varios elementos de su mochila. Trampas de oso, y dispositivos de detección de fantasmas que compró en la tarde.
Pero, todo estaba más silencioso de lo normal.
En eso, vio como Shikavu flotaba con su cristal brillante, Mirando a la nada y sentándose en el barandal de las escaleras.
—Veo que tus amigos no fueron los únicos en abandonarte. Ni el monstruo te quiere. —Afirmó esta previo a reírse.
—Uy si, que graciosa muñeca mágica que tengo… ¿Por qué no te vistes de payasa?
Shikavu volvió a flotar y se sentó en el hombro de Sarah.
—Hace mucho que no tengo un cuerpo físico. Tenerlo me deja ser quien soy realmente. Quizá un poco graciosa y molesta, pero también más social ¿cuántos amigos tiene, eh?
—¿Qué te importa?
—Eso ya me dice mucho, pequeña, ahora al…
—¡Deja de llamarme pequeña! no soy pequeña. Solo dime Sarah, y es una orden, no deseo. —Interrumpió la chica quitándose la muñeca de encima.
Shikavu levantó vuelo rápidamente y se rió.
Sarah miró a la ventana y solo se quedó pensando por largos minutos.
¿Otra vez la abandonaron? era posible. Pero no quería llegar a conclusiones rápidas. podía ser solo un error. Algo más insignificante.

Todo era a cámara lenta en ese momento, el viento y las hojas. La imagen de aquel chico que corría de algo invisible se mezclaba orgánicamente con un paisaje despejado en un mundo vacío, frente a una arquitectura gótica con largas cosas viajando. Pero todo pasó tan rápido y tan extraño, que de un momento a otro, enfrente suyo, estaba la figura infernal de aquella monstruosa mujer intentando devorarla entera. Un trance mortal que a ella le costó salir.

Al despertar, lanzó una potente patada a la cara de la bestia haciendo que la soltara. con rapidez se levantó y de su gabardina gris sacó el revólver que, como siempre ante estas ocasiones, lleva guardado.
Disparó solamente para distraerla, pues sabía que daño real no le hacía. En eso, escuchó los gritos de Sam y, a gran velocidad, observó como la extraña criatura recibió un palazzo tal que el mismo palo grueso y largo se partió.
Sarah miró a los lados buscando a Shikavu, está, sin poder ser vista, estaba pensando.
—¿¡Muñeca de mierda, dónde estás!? —Se quejó la albina mientras ambos chicos peleaban y esquivaban horribles ataques de aquella podrida mujer inhumana.
—¡Sarah, haz algo! —Exclamó Sammy corriendo del monstruo por un pasillo. Sarah no respondió. Charlie decía unas oraciones en algún idioma, buscando protección y suerte. Pero nada parecía funcionar del todo.
Hasta que, súbitamente, el suelo del pasillo se abrió y la mujer se desintegró lentamente, revelando una forma serpentina, horrenda y totalmente ajena a lo humano.
Finalmente, de su boca salieron volando larvas que apenas tocaron la pared, se desvanecieron en el aire. Y tras la desaparición de la cosa atroz que moraba por las paredes, el suelo se cerró y una risa juguetona rebotó en cada pared hasta desaparecer.

El trío se quedó sin palabras. Charlie miró a todos lados y sonrió ingenuo.
—¿Eso lo hice yo? diganme que lo hice yo… —Habló emocionado el joven brujo. Desafortunadamente, una figura pequeña y de dos amplias colas como peinado fue bajando del techo.
—Odio a esas criaturas. Son como las de Tindalos… Pero más molestos. Es bueno ver rostros nuevos, Sarah. —Comentó Shikavu terminado de bajar. Se mantuvo a flote hasta ese momento, hasta meterse en la mochila de la albina.
Sammy no sabia que decir, Charlie mucho menos. Pero no tenía confianza en ello. Si bien él quería decir algo, Sam se le adelantó.
—¿S-Sarah, de donde sacaste a esa muñeca poseída? no inspira…
—¡¡Llamarme muñeca poseída es rebajarme a niveles minúsculos. Si supieses mis verdaderos orígenes, ni mi nombre podrías decir sin que tus ojos lloraran sangre!! —Exclamó Shikavu con agresión, señalando al asustado Sam.
—¡Me quiere matar! —Chilló Sam retrocediendo rápidamente.
—Ya cállate, marica —Dijo, cansada, la albina.
Charlie la observó con detenimiento acariciándose la barbilla y sus sentidos alertaban de peligro.
—Esa cosa no es confiable ¡Identificate! —Ordenó el joven de amplia cabellera.
Shikavu solo se le quedó mirando seria, hasta que Sarah se lo ordenó y esta comenzó a flotar.
Haciendo brillar su única antena en el centro, revoloteo alrededor de los tres mientras hablaba.
—Soy "Shikavu" un espíritu mágico de los deseos y la fortuna. Tal como le expliqué a su amiga de nieve, vengo de la antigua China ayudando a imperios poderosos y gente de gran importancia, así como siendo humilde y dándoles mejor vida a los más necesitados ¿no es encantador? —Se denominó la muñeca flotante. A Sammy se le escapó un bajo "wow" mientras que Charlie se quedó pensando sentía que ya escuchó esa voz, sentía que ya fue visto profundamente por esos ojos falsos, pero mas alarmante, podía recordar aquella cacofonía infernal que venía de flautas tocadas por monstruosas amorfidades. Se sentía incómodo porque los recuerdos no eran favorables.
—Okey, entiendo… ¿Así que ahora le sirves a Sarah?
—Exacto. Charlie.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Sarah me lo dijo. También el de Sammy. No se preocupen, no puedo hacerle daño a mi ama.
Sarah la tomó de la cintura y la volvió a meter en la mochila.
—Vámonos. Terminamos con "La dama de la esquina"… Si es que ella era una dama. Como sea, larguémonos de aquí.

Los tres caminaron fuera de ese cadáver de concreto y volvieron a verlo por última vez.
—Sarah, siento mucho siento que no estuvimos en el momento. Tenía unos proble…
—No te disculpes, Sammy. Al menos sigo viva. —Respondió esta, solamente siguiendo su camino.
Ambos chicos caminaron juntos, pensando en lo normal. Aunque Sam no se sentía bien con su amiga así.
—Charlie ¿Crees que está enojada?
—No sabría decirte con exactitud. Pero se siente que no anda bien espiritualmente… bueno, eso desde que la conocí. Le tenía miedo y lo sigo teniendo, aunque ahora es más suave conmigo —Replicó Charlie observando la mochila de la albina. Seguía sintiendo su pesada presencia.
—Siento que está decepcionada con nosotros.
—Tranquilo. Mañana se le pasa. O si no, nos golpea. Lo que pase primero

A su velocidad, los cuatro fueron a sus hogares.
Sammy recibió quejas sobre ruidos y un grito mientras descansaban, además de un vaso roto. Nada que limpiar no resuelva.
No le quedó más que excusarse sobre una cucaracha en la cocina.
Por otro lado, Charlie volvió con fatiga a su habitación, agarrando rápidamente su gran libro y buscando respuestas. No era posible que Shikavu sea quien dice ser. El Manuscrito Camurático no menciona nada de espíritus antiguos de la fortuna asiáticos.
Pero tenía sueño, se le cerraban los ojos. Hasta que, tras una ojeada involuntaria, vio la pirámide. Una pirámide que recordó y volvió a escuchar su melodía del más allá…

La pirámide de los exteriores

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